Estas delicias gastronómicas me hacen pensar en la literatura de Proust, no puedo evitarlo. En el placer, en la vida y en el amor, y en todas las sensaciones que evoca de forma magistral:
Entonces me acordé: todos los días, cuando estaba vestido, bajaba a la habitación del abuelo que acaba de despertarse y tomaba su té. Mojaba un bizcocho y me lo daba a comer. Y cuando hubieron pasado aquellos veranos, la sensación del bizcocho reblandecido en el té fue uno de los refugios en donde habían ido acurrucarse las horas muertas.
Ese tipo de recuerdos en la infancia son los más duraderos... Un abrazo bella hada!!
ResponderEliminarPues sí chicas, nada como la infancia..
Eliminarbesos de abuelita
Qué nostalgia de tardes de infancia. Quiero volver :)
ResponderEliminarUn beso fuerte!
A mi tambie´n me gustaría volver a la infancia, nada como ese calorcito de hogar..
ResponderEliminarbesitio