Mis ojos, que han visto el mundo, reposan en una carne de mujer, de mujer desconocida. Bajo el sol, entre la sombra, lejos o cerca, ese cuerpo de mujer cuyo espesor deducen los ojos, esos miembros que hay que mirar hasta que pierden coherencia, sentido, convencionalidad-como lo pierde una palabra muy repetida-, y son ya sólo forma libre, volumen gratuito, pulpa de vida, existencia cuajada, materia involuntaria, alimento para el ojo. Desencantado de lo profundo, resido en mis ojos.
(Mortal y Rosa, F. Umbral)