miércoles, 8 de septiembre de 2010

Puertas de la nostalgia I

Mi amigo Manimor insistió para que escribise un texto hablando de algún lugar, cosa o momento que me produjese nostalgia. Debo confesar que me costó, pero en realidad era fácil. El tema está siempre presente en mi vida, y no es otro que mi infancia. Pues allá va, para Manimor y para todos aquellos que no han dejado atrás del todo su infancia.
Y para que no os canse mucho os lo doy, como sugirió Manimor, en pequeñas pildoras:
No me considero una persona excesivamente nostálgica pero sí convivo con una remora casi existencial que es mi infancia. No me he recuperado nunca, pero no por trágica, sino porque fui una niña muy feliz. Supongo que de forma inconsciente no quiero que termine nunca. Tanto es así, que en los momentos en los que me siento agotada me gustaría no tener que ocuparme de mi misma, como cuando era niña y mis padres velaban por mi todo el tiempo. Me llevaban y me traían a sitios que me parecían estupendos, salvo cuando ibamos de visita a casa de familiares que desde mi diminuto contrapicado, a mi se me antojaban seres extraños, que poco o nada tenían que ver conmigo.
Mi cabecita aún infantil evoca aquellos veranos eternos, donde el tiempo se contaba al ralentí. El verano era un espacio dimensional al que no se le ponía fin. La playa, las horas infinitas al sol y mi gusto por el pescado, que ya se gestaba en esos momentos para siempre. Y mi madre como culpable de haber críado a una niña gourmet. Porque por aquel entonces comía cosas tan sofisticadas como anguila y ostras, sin entrar en prejuicios de texturas, disfrutando del olor y sabor a mar. Hay que decir que la culpa anterior es del espermatozoide de mi padre, que ya era gourmet...además de impaciente.
La percepción diferente del tiempo y de la distancia, de todas las cosas. Porque cuando se es niño todos los mundos son posibles. Y eso es lo que más nostalgia me produce. Ahora es difícil imaginar otros mundos sin parecer un loco.
Me fascinaban los ceniceros de pie, de esos que ya nunca más he vuelto a ver, ya que la moda decidió por ellos. Inolvidable el olor a ceniza que desprendía, abarrotado de colillas, y vestigio evidente de una reunión de mayores. Qué emocionante me parecía. En ese momento decidí ser fumadora platónica.
Continuará..
NOTA. Las puertas de la evocación, a veces puertas de la nostalgia , son entradas que publicamos a la vez distintos blogeros en sus respectivos blogs. Fue inspirado por una amiga - la que dije en mi texto anterior- que me animó a escribir y publicar lo que hoy he contado. El también participa, su entrada es esta: http://elsoliloco.blogspot.com/2010/09/una-caaana-con-limon-y-una-de.html#comments

4 comentarios:

  1. Un brindis por la niña gourmet... con champan francés (de dónde si no...)

    Apostillando tu nostalgia de la infancia, sólo recordar aquella frase de Leopoldo Panero en la película "El desencanto"

    "En la infancia se vive, y después se sobrevive"

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  2. ella, la que corría , rauda y veloz , dudosa de llegar a la meta ...

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  3. Hada estoy deslumbrado, eres de carne y hueso... y qué carne y qué hueso... Jajaja

    Me ha parecido extraordinario como eres tú, vaya por ti el brindis de Refu. Chin chin

    Escribes de miedo, me haces vivir y sentir en la infancia... muy adentro, perdido en la aventura... en el instante eterno.

    Besos

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  4. Gracias chicos.

    Qué bueno traer a la cabeza a Panero, eso si es nostalgia...Gracias por el brindis.Compraremos champagne..

    Y llegué...Refu!y lo que me ha costado...

    Pues sí, soy de carne y hueso, y fui niña! Para escribir bien tu J. Como dice Refu, eres un mago de las palabras..
    Y tú, ¿cómo eras de niño?

    besos a tope

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La Fée aux Miettes

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Zaragoza, España
Adoro a Colette, L.Durrell, Baudelaire, R.Queneau, Boris Vian, Joyce Mansour. Los escritores y diseñadores japoneses. El cine de J.L.Godard y de Wong Kar Wai. Le Quartier Le Marais à Paris. Anna Karina. Las fotos de Mª Angeles Cuartero. Angel Schelesser y más...