Ante este tipo de placeres me siento como Marcel Proust, modestia aparte, por supuesto. Lo que quiero decir, es que soy sensible al deleite visual, cuyos objetos y motivos están para ser contemplados y consumidos. El mundo se vuelve suntuoso, aristocrático y decadente..una auténtica debilidad. Desde luego, como merienda dominical, no tiene precio.
Fuente voluptuosa, dicha en la mentira. Mis manos frías hablan un idioma extranjero. Y aunque las lágrimas huyeron en un ajuste de cuentas, en mi armario solo se encuentran papeles sucios y latas de sardinas. Y me quedé sentado, pensando. Nunca intenté ponerle puertas a la noche. Solo soñar que transitabas a lo largo de mis días..