Paul Valéry, miembro de la Académie Française, es un hombrecillo de aspecto modesto, rostro delgado y cabello blanco, que recuerda mucho a ciertos distinguidos ex funcionarios ya jubilados de los ministerios franceses. Es distraidamente afable con los desconocidos; aun cuando junto con Alain sea considerado el penseur national, habla gustosamente con los que gustosamente le escuchan.
No había tenido valor de ir en su busca, pero lo encontré por causalidad en un almuerzo de amigos comunes, y por espacio de varios minutos pude conversar con él.
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La poesía no es un vino generoso ni es la filosofía un éter que cause placer. Estos dos superiores juegos de los más nobles espíritus son casi siempre, fatigantes y engañosos. La poesía, cuando tiende hacia lo absoluto, se halla frente a lo inexpresable; el pensamiento, cuando intenta poseerse plenamente a sí mismo, se debate contra el muro de lo imposible.
La verdadera, la única tragedia del hombre es la que yo mismo he vivido y recitado hasta la última escena. El hombre que sale de lo común descubre que la más elevada operación posible es la del pensamiento desinteresado, del pensamiento no envilecido al servicio de los dogmas de la civilización ni destinado a consolar los temores de los débiles. Pero el pensamiento puro es un microscopio quemante, que consume aquello mismo que debería hacernos ver; a fuerza de análisis, y estudios profundos, hasta el pensamiento más independiente y audaz se corroe y mina a sí mismo, se da cuenta de su propia falacia e inutilidad, disuelve y destruye su propio objeto.
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Lamentablemente, en aquel preciso instante se acercó a Paul Valéry una bella y joven señora, prodigándole una sonrisa maravillosa que invitaba más que cualquier frase, y el penseur national, haciendo un gesto de excusa, dejó truncado su doloroso raciocionio. Durante el resto de la noche no logré acercarme a él nuevamente.
(El libro negro, Giovanni Papini)
Tu libro negro ataca de nuevo, para un lunes envenenado es el mejor remedio.
ResponderEliminarGracias Hada, me inundas de belleza con tus ojos enamorados.
Besos
Desde luego, Miette, no sólo pones unos textos de increíble belleza perturbadora, sino que te superas cada día.
ResponderEliminarLlegado este punto solo puedo imaginar el siguiente diálogo entre las dos:
Miette: Gracias por tu comentario amiga.
M: ¿Gracias? ¡Las que tú tienes! : D
Un besote!
Espero que no sea envenenado, al menos no demasiado, vamos a dejarlo en lunes...Yo he comprado flores...para hacerlo más poético y amable, aunque ya se sabe, un lunes es un lunes. Quizá una entrada demasiado sesuda, está mejor la anterior...con Jean Seberg ilustrando las líneas.
ResponderEliminarbesos como soles
Gracias Monalinka por la visita. Muy bueno el dialogo, no podía ser de otra manera...
ResponderEliminarExcelente de veras, haces reflexionar. Antes -no sé si aún- Filosofía y Matemática iban tan de la mano que hubo quien pensó que se podría hacer una máquina que resolviera todos los problemas matemáticos y filosóficos. El sueño de Leibniz. Como Gödel demostró, en todo sistema cerrado quedan preguntas sin respuesta. El Paul Valéry que nos muestras va más allá. Por supuesto nos llega sin la frialdad de un encerado, con la humanidad de un héroe que lucha contra sí mismo… y cede ante la belleza ¿Por qué no? Quizá es ese el camino.
ResponderEliminarDejas una sonrisa en mi cara, gracias.