El cielo color metálico de esa mañana anunciaba tormenta. Antes de que pudiese terminar el pensamiento comenzó a llover con fuerza, palpitante y enérgica, la lluvia le obligó a refugiarse en una de las galerías de arte que le caían de camino al trabajo. Nunca había entrado, ni siquiera se había sentido atraído por ellas, siempre había pensado que aquello del arte no iba con él. Al entrar empapó todo el hall, las gotas de lluvia dibujaron un mosaico cristalino y frágil en el suelo. Nadie le saludó, lo que le produjo cierta sensación de comodidad ya que verse con toda la ropa mojada y arrugada contradecía para él toda norma de coquetería. Decidió tomarse su tiempo-total ya que he entrado- pensó.
Recorrió el iluminado pasillo repleto de obras de arte de diferentes décadas. Al final había un pequeño corner dedicado a obras menores, obras de artistas poco influyentes que buscan hacerse un hueco en el mundo del arte. Se detuvo ante un cuadro que le llamó la atención, representaba una escena cotidiana, relajada, donde los protagonistas parecían ajenos a todo. Y allí, en medio de la composición destacaba un rostro, quedaba muy al fondo, casi oculto entre los personajes que integraban la obra, pero sin duda, era ella. Pequeña y lejana, parecía casi tragada por el cuadro. Mirándola largo rato no entendía por qué el artista le había dado tan poca relevancia. Por qué quedaba eclipsada en medio de una cotidianidad paralizada y extraña. ¿Qué hacía allí ella?-se preguntaba.
Como en un delirio empezó a sentirse atrapado por el cuadro, por la persona desconocida, y a la vez familiar que asomaba su cabeza de guisante. Se encontraba mal, quizá ella no estaba en el cuadro sino en su mente, y sólo al verla o al creer verla, sintió que le poseía un recuerdo. Una intimidad con esa persona a la que creía reconocer en medio de las demás formas quietas. Una sensación desconocida e intensa le atravesó el estómago, un dolor lacerante en la garganta le impidió tragar la saliva, obligándole a contener la respiración. Se asustó y salió corriendo de la galería, sintió la lluvia en la cara y poco a poco fue volviendo en sí, hasta calmarse, pero la inquietud que le había provocado aquel rostro no le abandonó en todo el día.