Entretanto, estábamos hambrientos de libros y de sexo, éramos meriocráticos, anarquistas. Aunque todos los sistemas políticos y sociales nos parecían corruptos, nos negábamos a considerar otra alternativa que el caos hedonista. Adrian, sin embargo, nos empujó a creer en la aplicación del pensamiento a la vida, en el concepto de que los principios deben guiar las acciones. Previamente, Alex había pasado por ser el filósofo entre nosotros. Había leído cosas que los demás no habíamos leído y podía, por ejemplo afirmar de repente: "Sobre lo que no podemos hablar, debemos guardar silencio." Colin y yo rumiábamos un rato esta idea en silencio y luego sonreíamos y seguíamos hablando. Pero la llegada de Adrian desalojó a Alex de su puesto, o más bien, nos dio la posibilidad de elegir filósofo. Si Alex había leído a Russell y a Wittegenstein, Adrian había leído Camus y a Nietzsche. Yo había leído a Georges Orwell y Aldous Huxley; Colin, a Baudelaire y a Dostoievski. Esto es sólo una ligera caricatura.
Sí, desde luego que éramos pretenciosos: ¿para qué otra cosa sirve la juventud? Usábamos términos como "Weltanschauung" y "Sturm und Drang", nos gustaba decir "Eso es filosóficamente evidente" y nos asegurábamos unos a otros que el primer deber de la imaginación era el de ser trasgresora.
(Julian Barnes, El sentido final)
Brutal.
ResponderEliminarSí, amiga, este libro esta genial!!
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