Lo sabes, me gusta ese juego de carnaval. Cruzar galanterías -con afilados susurros- entre los fustes de la columnata, blancos y duros como muslos de novicia. Empero, temo el enlace y temo el desenlace. Así, me escondo entre la bruma antes que salga el sol y revele mi miseria, como un niño escapa del castigo imaginado. No sé cuándo podré volver.
Huyo por el río, acosado por mis temores, que me siguen como arpías. Sombra psicótica, discutiendo con ellas como si quisieran oírme. Inconsciente, imprudente, me sumerjo en el infierno de mis presunciones.
Despierto empapado en sudor, con el portazo. La camisa pegada al cuerpo. Otra vez de noche, las luces entran por la ventana del hotel como marinos de permiso: he llegado a Nueva Orleans. Aún queda en el aire su perturbadora esencia. Perfume que acelera el pulso, amor ardiente. Sin apenas respiración, caigo sobre las sábanas. Desespero cuanto la deseo. No consigo acordarme de ella y sé que he vuelto a perder mi redención.
Su aroma se transforma y me tortura. Ahora huele a sangre y a pólvora. Hubo un perro muerto cerca de mi casa, hace ya… Recuerdo su mirada cínica, la infinita sonrisa sardónica… sus comentarios zumbaban en mis oídos todo el camino, hasta la puerta de la iglesia. Al final del verano quedó tieso, de puro vacío. Parecía la estantigua del extravío. Hoy veo sus ojos y rompe a correr la memoria, agitando los brazos descoordinada.
-Tú serás yo- Me decía, con la voz vibrante de mil alas vidriosas.
-Tú serás yo- Me recuerda, mientras lo observo aterrado en el espejo.
-Tú serás yo. “
Manimor.
Huyo por el río, acosado por mis temores, que me siguen como arpías. Sombra psicótica, discutiendo con ellas como si quisieran oírme. Inconsciente, imprudente, me sumerjo en el infierno de mis presunciones.
Despierto empapado en sudor, con el portazo. La camisa pegada al cuerpo. Otra vez de noche, las luces entran por la ventana del hotel como marinos de permiso: he llegado a Nueva Orleans. Aún queda en el aire su perturbadora esencia. Perfume que acelera el pulso, amor ardiente. Sin apenas respiración, caigo sobre las sábanas. Desespero cuanto la deseo. No consigo acordarme de ella y sé que he vuelto a perder mi redención.
Su aroma se transforma y me tortura. Ahora huele a sangre y a pólvora. Hubo un perro muerto cerca de mi casa, hace ya… Recuerdo su mirada cínica, la infinita sonrisa sardónica… sus comentarios zumbaban en mis oídos todo el camino, hasta la puerta de la iglesia. Al final del verano quedó tieso, de puro vacío. Parecía la estantigua del extravío. Hoy veo sus ojos y rompe a correr la memoria, agitando los brazos descoordinada.
-Tú serás yo- Me decía, con la voz vibrante de mil alas vidriosas.
-Tú serás yo- Me recuerda, mientras lo observo aterrado en el espejo.
-Tú serás yo. “
Manimor.
Maravilloso, entran ganas de marcharse al Mississipi.
ResponderEliminarMuchas gracias, lo ha escrito un amigo mío que adora New Orleans, la verdad es que es un sitio que apetece conocer, como bien dices Alamo. Mientras soñaremos con él.
ResponderEliminarbeso
Nueva Orleans, el vudú africano se mezcló con lo francés e invadió la música para crear el jazz. No en vano, Paris es la tercera gran capital de la historia del jazz,y la única que no es New (Orleans y York). Hay algo de vudú, de magia negra en el relato de Manimor. En el Mardi Gras el cielo y el infierno se confunden en disfraces que pueden evitar la posesión del cuerpo, pero no la del alma. Y que el Missisipi te lleve.
ResponderEliminarVaya ambientazo debe tener ese carnaval..habrá que ir alguna vez!
ResponderEliminarbesos