Hoy tengo el espíritu proustiano. Me gusta cuando me acercó a Proust, ahora con la novela Por el camino de Swan. Quizá sea por el famoso pasaje de la magdalena o quizá sólo sea el calor, o por el conjunto de lo que este autor supone, pero me hace pensar en muchas cosas, como en las ausencias estivales, o por ese ralentí que adquiere el tiempo, que me surge la necesidad de viajar. Y no necesariamente cogiendo un avión, sino con la imaginación.
Y es lo que tiene Proust, que te lleva a lo más profundo de uno, al reencuentro con el pensamiento, y lo que es mejor, las sensaciones. Entonces sentí que me iba de vacaciones a Combray, a ese paraíso real imaginado, y que en ese viaje literario me llevaba a todos vosotros. En esa topografía de ensueño, todos juntos estábamos en la mesa con Marcel, y reíamos mientras desayunábamos magdalenas y café con leche.
Quien mejor para hacernos viajar como aquellos autores que se han enamorado de una ciudad, como Proust y su París mundano, pasearenos en calesa y landó para ir a los restaurantes más chic. Muy del gusto de la Antípoda.
O el París de Perec, convertido en inventario de cosas anodidas, que en mentes privilegiadas se convierte en una fuente inagotable de inspiración. Así me imagino a Ernest, mirando el letrero de una calle, o por el cerrado ojo de una alcantarilla, descubriendo un París que no existe.
Durrell y su exótica Alejandría, a Mamen le encantaría pasear con Franki por las angostas calles mientras el calor se le pega al cuerpo. El barrio copto, en domingo, y el viejo poeta les saludaría con sus poemas en un gesto lento.
A Álvaro a la Lisboa de Pessoa. A disfrutar con la monotonía de los días, porque eso querrá decir que disfruta con cada momento, con cada cosa.
A Olivier y a Lolo en el New York de Paul Auster, siempre joven y activo, en una ciudad que nunca duerme. Reinventar el día y la noche. Bourbon a la luz de los neones..muy fotogénicos en el IPhone, seguro. Mil anécdotas que contar mientras Olivier añora el mediterráneo.
A Julio lo dejamos en el Londres de Kureishi, espero que sin mal de amores. Historias de pareja en casas diferentes, en lo antros de noche.
Y yo, volvería, por qué no, a Sintra. A la Sintra de Byron. Aquella que fue inspiración de poetas, cuya decadencia se respira en sus calles, y donde el sol refleja los sueños. Aunque no subiré al castillo da Pena andando.
O quizá vaya al Tokio de Kawabata, con la pandilla de Asakusa, un lugar donde la vida fluye por todas partes.
En fin, como veis las tardes ociosas me hacen soñar mucho. A los que no nombro decidme donde os gustaría viajar y os elijo un destino literario.
Buen viaje a todos.
Has dado de lleno, Miette! Sensacional post.
ResponderEliminarO.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarQue bien lees a la gente. Sin embargo, por mucho que me encanta París, con dinero suficiente para darte los lujos deseados (en mi caso creo que merecidos), culaquier sitio puede ser idóneo. Pero lo más importante para unas buenas vacaciones es tener buena compañía... ¿cuando vamos?
ResponderEliminarsimply delicius ;)
ResponderEliminarGracias amigos, sois una inspiración inagotable...
ResponderEliminarY todos juntos en ua ciudad imposible e irrenunciable a la vez, ese amor odio llamado Zaragoza
ResponderEliminarTe superas día a día Eres ya una artista del blog