París resultaba una festiva realidad y además el emblema de todo lo creativo, nuevo y moderno.vNapoleón con su código-y Baudelaire- con su escritura y su desastre vital- habían marcado un sello más que prestigioso. Wilde le había dicho al joven Yeats, en Londres: "Creo que un hombre debe inventar su propio mito". París era en ese tiempo, uan parte ineludible del decorado de tal mitología.
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Wilde hizo de Mallarmé quizá las más esencial de sus lecturas, la más veraz, aunque los vanguardistas que lo reclamaron quisieran después olvidarla. Mallarmé era el esteticista sumo, el simbolista casi sagrado, que llevaba la exquisitez al borde de la incomprensión. Más que el iniciador de un tiempo, el brillante y enigmático clausurador de otro. Wilde conoció y admiró a ese esteta supremo, profundo nihilista según Jean-Paul Sartre. Al autor de Heriade más que al de Un coup de dès.
Pero en esos meses de fasto y alquimia verbal (dicen que Wilde hablaba muy bien francés, aunque con acento inglés que no quería perder) Óscar conoció, sobre todo, a poetas y escritores del Simbolismo imperante: jovenes que empezaban (como André Gide o Pierre Louys) y poeta ya notables como Jean Moréas o Catulle Mendès. Y a talentos polimórficos, como Marcel Schwob.
(Wilde Total, Luis Antonio de Villena)
menudo ramillete... lo que fue París en los días de Wilde, y luego en las primeras décadas de los 30, y en la postguerra... son muchos días todos juntos, pero hace falta talento para seguir viviendo de ellos ahora que París ya no es el centro del mundo cultural
ResponderEliminarTe doy la razón, París ya no es lo que era. Fue el centro del mundo pero ahora en ese sentido ya no hay mucho que rascar.
ResponderEliminarHay epocas de apogeo y decadencia..
Alguien como Wilde solo podia morir en el Paris de la Belle Epoque y no en el sombrio Londres que le dio la espalda.
ResponderEliminarPor cierto muy recomendable el Mallarme d J.P. Sartre traducido al español recientemente por Juanma Aragues