En un día de protesta frente a la crisis como el de hoy, nada mejor que recurrir a la disección de los nuevos ricos que ya hiciera Perec en los años 60. Esos nuevos ricos que no sabían (ni han sabido) esperar ; a los que les devoraba (y les ha devorado) la impaciencia por tener un piso, un gran coche, por pertenecer a una clase superior, por hinchar la burbuja. ¿Os suena?
La impaciencia, se dijeron Jerôme y Sylvie, es una virtud del siglo XX. A los veinte años, cuando hubieron visto, o creído ver, lo que podía ser la vida, la suma de dichas que encerraba, las infinitas conquistas que permitía, etc, supieron que no tendrían la fuerza de esperar. Podían llegar, ni más ni menos que los otros, pero lo único que querían era haber llegado. Sin duda eso era lo que se ha convenido en llamar intelectuales.
Pues todo les decía que andaban errados, y, en primer lugar la vida misma. Querían gozar de la vida, pero, en torno a ellos, el goce se confundía con la propiedad. Querían permanecer disponibles, y casi inocentes, pero los años pasaban de todos modos, y no les aportaban nada. Los otros acaban por no ver en la riqueza más que un fin, pero ellos no tenían ni una perra.
Se decían que no eran los más infelices. Tal vez tenían razón. Pero la vida moderna excitaba su propia desdicha, mientras borraba la desdicha de los otros: los otros estaba en el buen camino. Ellos no eran gran cosa: unos pelados, unos fracotiradores, unos lunáticos.
(Las Cosas, Georges Perec)
Te escribí antes y se ha borrado.
ResponderEliminarMe ha gustado la entrada, mucho menos que tú, claro está.
Besos en París.
Gracias J. Me alegra que sea de tu gusto. Me alegra ser de tu gusto.
ResponderEliminarBesos universales
Esperaba una entrada de viernes y me has dejado con la miel en los labios.
ResponderEliminarTe saludo Hada, que pases buen fin de semana...
Gracias J, no me iba internet, no hubo manera de entrar, ya me duele ya. Tuve un gran dolor todo el día. Te compensaré.
ResponderEliminarbesos