-Mi viejo complice-dijo-¿Qué haría yo sin ti? Lo decía en un tono tan convencido y tan tierno que de veras creí que habría sido desgraciado sin mí. Ya muy avanzada la noche hablamos del amor y de sus complicaciones. En opinión de mi padre todas eran imaginarias. Rechazaba por sistema los conceptos de fidelidad, de seriedad, de compromiso. Decía que todos eran arbitrarios y estériles. Esto en boca de otro, me habría chocado. Pero le conocía y sabía que tales ideas no eran en el compatibles con la ternura y el afecto, y que se dejaba llevar con más frecuencia de tales sentimientos por desearlos, por estimarlos, efectivamente, provisionales. Este concepto de las cosas me seducía: amores rápidos, violentos, fugaces. A mi edad no seduce mucho la fidelidad. Sabía muy poco todavía del amor, de las citas, de los besos, de los desfallecimientos.
(Françoise Sagan, Bonjour Tristesse)
Fidelidad: odio el término, tan punitivo, no puede ser más lapidario, qué tétrico...Yo le propondría a Sagan lealtad, es tópico, pero parece que se amolda mejor. Buen texto Pa-pa-paya!
ResponderEliminarFidelidad, lealtad, compromiso... yo prefiero la palabra libertad para estar o no, tú decides.
ResponderEliminarHombre, donde esté la libertad, el resto sobra. Se puede ser libre y leal.
ResponderEliminarRefu, a mi también me gusta la palabra lealtad, la fidelidad es otro asunto.La Sagan era una anticipada a su época, sabía pensar. Sus personajes frívolos pero enjundiosos. Molan payo.