Nunca hasta entonces había bailado París desplegando tal hechizo ante la imaginación literaria femenina, y no deja de ser una ironía que tantas mujeres se sintiesen atraídas hacia allí a principios de siglo. Para algunas, como Jean Rhys, París ofrecía luminosidad y calidez, una liberación del terrible frío de Londres, ciudad ésta que, además, verían muchas escritoras expatriadas como la encarnación del patriarcado. Para Edith Wharton, París era el máximo exponente de los valores culturales de la Vieja Europa. Para Gertrude Stein, la ciudad brindaba un respiro respecto al puritanismo americano. Para Natalie Barney, París extendía la hermandad femenina. Y, para todas ellas, París ofrecía un lugar donde escribir, liberándolas del guión cultural del patriarcado que, en otras ciudades de todo el mundo, imponía el matrimonio y la maternidad. Y, en aquellos años, la propia ciudad de París experimentó una revisión cultural realizada por las mujeres que participaron en la comunidad de escritoras, pintoras, o mujeres dedicadas a la música.
(Mujeres de la Rive Gauche, Shari Benstock)
todas las ciudades que me gustan son mujeres; es lo que tiene ser heterosocial
ResponderEliminarQué bueno JL!
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