Damos comúnmente a nuestras ideas de lo desconocido el color de nuestras nociones de lo conocido:si llamamos a la muerte un sueño, es porque parece un sueño por fuera;si llamamos a la muerte una nueva vida, es porque parece una cosa diferente de la vida. Con pequeños malentendidos con la realidad construimos las creencias y las esperanzas, y vivimos de las cortezas a las que llamamos panes, como los niños pobres que juegan a ser felices.
(...)
Me duele un sentimiento que desconozco;me falta un argumento no sé sobre qué;no tengo deseo en los nervios. Estoy triste por debajo de la conciencia. Y escribo estas líneas, realmente mal-anotadas, no para decir esto, ni para decir nada, sino para dar trabajo a mi distracción. Voy llenando lentamente, a trazos flojos de lápiz-que no tengo sentimentalismo para afilar- el papel blanco de envolver los bocadillos que me han dado en el café, porque no necesitaba uno mejor y cualquiera servía, siempre que fuese blanco. Y me doy por satisfecho. Me reclino. La tarde cae monótona y sin lluvia, con un tono de luz desalentado e inseguro...Y dejo de escribir porque dejo de escribir.
(Libro del desasosiego, Pessoa)
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Me duele un sentimiento que desconozco;me falta un argumento no sé sobre qué;no tengo deseo en los nervios. Estoy triste por debajo de la conciencia. Y escribo estas líneas, realmente mal-anotadas, no para decir esto, ni para decir nada, sino para dar trabajo a mi distracción. Voy llenando lentamente, a trazos flojos de lápiz-que no tengo sentimentalismo para afilar- el papel blanco de envolver los bocadillos que me han dado en el café, porque no necesitaba uno mejor y cualquiera servía, siempre que fuese blanco. Y me doy por satisfecho. Me reclino. La tarde cae monótona y sin lluvia, con un tono de luz desalentado e inseguro...Y dejo de escribir porque dejo de escribir.
(Libro del desasosiego, Pessoa)
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