Cuando se asomaba a la ventana, veía la parte trasera de los caparazones negros que ahora corrían por encima del seto sin apenas interrupción. El mundo recuperaba su marcha sin bullicio, la amplia sutura que empalma la hora del almuerzo con la tarde acababa de cerrarse con aquel ruido de cucarachas dispuestas en los cajones que, sin que Simón sintiera el motivo o la necesidad, lo expulsaba siempre instintivamente al aire libre. Lo mismo que las sardinas, que no desovan desde hace tiempo, pero que continúan refluyendo hacia las costas desde que el sol se levanta, las vacaciones ni siquiera lo alteraban; aunque no le llevase a ninguna parte, el mezquino tren del mundo volvía a recogerlo siempre a la hora convenida para llevarlo a la próxima estación, donde nadie bajaría.
(La Península, Julien Gracq)
Hay un cierto aliento de Clarice Lispector el que se desprende de esa voz firmada por un tal Julien Gracq. Es una voz íntima propensa al dequiciamiento.
ResponderEliminarUn abrazo desde este otro lado del orbe
Me sorprende que no conozcas a Gracq, y que conste que no es ninguna critica, simplemente que es un escritor que tuvo su repercusión. Creo que te gustaría, tiene varios libros sobre la espera como éste de La Península. Descubrelo, quizá te guste.
ResponderEliminarbesos mil
Miette
"El mundo recuperaba su marcha sin bullicio" :) me trasmite mucha quietud y tranquilidad. Besos hermosa hada!!
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