¿Quién era ella para saber tanto? Sus indagaciones no condujeron a nada. Ningún otro galerista la conocía, y buscar a una D.J. que a lo mejor vivía en un albergue de la Y.W.C.A. le pareció absurdo. Además, se imaginó que ella volvería, pero transcurrió febrero y luego marzo.
Una tarde, al cruzar la plazoleta frente al hotel Plaza, le sucedió algo extraño. Los arcaicos coches de punto que había allí alineados tenían las lámparas encendidas, pues ya había oscurecido, y su luz se filtraba entre las oscilantes hojas de los árboles. (...)
La vio de nuevo (o eso supuso) bajando las escaleras del metro, esta vez la perdió entre los túneles de mosaicos con flechas indicadoras y máquinas de caramelos de maneta. Era como si aquel rostro se impusiera en mente; librarse de él hubiera sido tan arduo como, por ejemplo, que los intemporales ojos de un muerto se libraran de la última imagen que habían visto. (...)
-¿Puedo invitarle a una copa?-Pero ella apoyó la cabeza sobre su pecho, como un niño, y él dijo-¿Vienes conmigo a casa?
Ella alzó la cara. La respuesta, cuando llegó, fue un soplo, un susurro:
-Por favor- dijo. (...)
Silencio. Fuera, la lluvia pareció parar de golpe. La sirena de un barco sonó en el río. La estrechó, le acarició el pelo, y dijo, con un enorme deseo de sonar convincente:
-Porque te quiero.
Ella cerró los ojos:
-¿ Que ha sido de ellas?
-¿De quiénes?
-Las otras a las que les dijiste lo mismo.
(El Halcón decapitado, Truman Capote)
Ellas, las otras siempre están presentes, aunque no quieran admitirlo... al contrario nosotras sabemos cerrar puertas y abrir ventanas :)
ResponderEliminarMe ha gusta mucho, un beso preciosa Hada mía!! :)
Gracias amiga. Me gusta eso que dices, muy sabio.
ResponderEliminar¿Vienes conmigo a casa?
ResponderEliminarVoy, claro que voy..
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