Carmencita era una señora muy desastre que pasaba sus días sola en medio de la gran urbe, devoradora de congeneres e ilusiones. Aunque ya se había acostumbrado a la soledad y a la tristeza seguía escondida detrás de una pila de naranjas, haciendo de su frutería una bonita polis de olores y colores que cambiaban al alba. Tenía sus pequeños ocios de los que disfrutaba, como darse un masaje en la hidromedusa o leer bajo la lámpara-tempestad. Era su favorita.
Un día comenzó a sentir que su vida estaba realmente vacía. Nada le complacía ya. Ni los fruteros con aire pensativo, ni las nubes que se creían ovillos lana, ni siquiera los vestidos oblongos de Rrose Sélavy.
Una manaña salió a la calle después del trabajo. Se puso a fumar un centímetro cúbico de tabaco, y mientras fumaba, apoyada en una farola que sólo iluminaba a las damas afectadas de tristeza, apareció una niña. La pequeña que se sintió conmovida por semejante imagen, cogió a Carmencita de la mano y le dijo: ¡Vámonos a casa!
Carmencita y la niña se fueron juntas a casa, y desde entonces, meriendan chocolate y bizcochos de ricos sueños.
Carmencita y la niña se fueron juntas a casa, y desde entonces, meriendan chocolate y bizcochos de ricos sueños.
ME ha gustado mucho: sencillo pero con una historia detrás. Enhorabuena.
ResponderEliminarSi supiese en qué gran urbe habita Carmencita, le recomendaría algún buen club... para después del chocolate y eso.
ResponderEliminar'Feliz entrada al nuevo año!
Chris, recomienda algún club, de la ciudad que sea...esa informacion siempre es útil!
ResponderEliminarFeliz año ti tambien!
Gracias Joe, eres muy amable. Entra con buen pie y buena lectura en el 2011.
besos