Tenía sed de lo chic, nada que ver con lo aristocrático. Era más bien un aura que desprendía cuyo alcance era fácil de percibir. Poseía ese don de lo imperfecto, de parecer cercana y serlo y a la vez, tener una vida que no le pertenecía a ningún hombre. Así, de esta manera aumentaba el interés en torno a su persona.
Querer fundirse con ella, iniciarse en los caminos de un amor romántico, recorrer los sitios que le complacían, todo en un intento de apropiarse de esa parte de ella misma que no estaba dispuesta a compartir.