L'amour est à réinventer

El otro día, hablando con un amigo sobre lo qué significa ser buen amante, se me pasó por alto comentarle algo que considero importante. Casi todo el mundo mide al amante en parámetros de cama, pero evidentemente existe una actitud, algo que singulariza al amante de verdad, no al aficionado. Lo más curioso es que leyendo a Durrell, encontré precisamente el pensamiento que había estado rumiando unos días atrás. La historia es simple, casi siempre se da un deslizamiento de afectos, se usan palabras manidas que ya se han usado antes, existe todo un archivo de expresiones y actitudes que no se duda en usar con el amante en vigor. Pero el amante de verdad, aquel que tiene savoir faire, y que sabe que todo está en la actitud, olvidará el mundo conocido para explorar con nueva ideas, para reinventar el amor.

Ahí va el texto de Durrell que sin duda ilustra mejor que yo la idea:

-El amor que tú sientes por Melissa, ese mismo amor es el que intenta expresarse a través de Justine.

¿Descubriría acaso que, por extensión, aquello era también válido con respecto a Clea?No lo creía, porque aquellos abrazos frescos y espontáneos eran tan prístinos como la invención misma, no meras copias borrosas de actos pasados. Eran genuinas improvisaciones del corazón; al menos eso era lo que me decía mientras descansaba junto a ella, y me esforzaba por recuperar la esencia de sentimientos tejidos, tiempo atrás, en torno a aquellos rostros. Sí, improvisaciones en torno a la auténtica realidad, liberadas esta vez de los amargos impulsos de la voluntad. Con la pureza perfecta de la impremeditación habíamos zarpado en las aguas serenas, las velas desplegadas; por primera vez me parecía natural encontrarme donde me encontraba, derivando hacia el sueño, con el cuerpo dormido de Clea junto al mío.

(Clea, L. Durrell)