No nos atrevíamos a tomarnos del brazo, pero nuestras manos se encontraban sin querer mientras caminábamos, como si aún no hubiera roto el hechizo de la tarde y no pudieran soportar la separación. Nos despedimos sin decir palabra, en la plazoleta con sus árboles moribundos que el sol había abrasado hasta darles el color del café; nos despedimos mirándonos tan sólo, como si cada uno hubiera querido grabar para siempre su imagen en la memoria del otro.
Me pareció como si la ciudad se hubiera derrumbado de golpe a su alrededor; anduve de un lado a otro sin rumbo, como me imagino que han de ambular los sobrevivientes de un terremoto que ha destruido su ciudad natal, y que recorren las calles estupefactos ante el cambio operado en algo que les era tan familiar. Tenía la curiosa impresión de estar sordo, y no recuerdo nada más hasta que tropecé con Pursewarden y Pombal en un bar, y el primero recitó unos versos de "La Ciudad"(...)
Y cuando Pombal observó: "Esta noche estás en la nubes. ¿Qué te ocurre?, tuve ganas de de contestarle con las palabras de Amr moribundo: "Me siento como si el cielo estuviera pegado a la tierra, y yo entre los dos, respirando por el ojo de una aguja".
(Justine, L. Durrell)
(Justine, L. Durrell)
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