Un bicho raro me abrió la puerta. Olía a habanos y a colonia Knize. (...) La niña está en la ducha- dijo, señalando con un puro hacia el ruido del agua, en un cuarto contiguo. (...)
Enseguida me sentí a gusto allí, disfruté de aquel aire de provisionalidad. El tipo carraspeó:
-¿Le habían citado?
No acabó de salir de dudas tras mi gesto de asentimiento. Sus ojos fríos me intervinieron quirúrgicamente.
- Viene aquí mucha gentuza, sin tener cita previa. ¿Hace mucho que conoce a la niña?
- No mucho.
- Así que no la conoce desde hace mucho?
-Vivo arriba.
(...)
- ¿Qué opina?¿Lo es o no lo es?
- ¿Qué?
- Una farsante.
- Yo diría que no.
- Se equivoca. Lo es. Aunque, por otro lado, tiene usted razón. No es una farsante porque es una farsante auténtica. (Capote. 1994, p. 33-334)
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